Viajes y viajeros

Cada vez que viajo, mientras miro los cientos y miles de personas que caminan de un lado a otro, pienso: ¿Por qué viajamos?

Desde la historia de la salida del jardín del Edén o el exilio de los pandavas, la humanidad ha estado viajando...

A veces, porque no hay alternativa. Porque lo que dejamos atrás es demasiado terrible y ni siquiera miramos hacia atrás. Es un viaje que mezcla horror y esperanza, nostalgia y entusiasmo por una nueva vida, con el deseo de que adonde vayamos seremos más felices.

En otros momentos, viajamos porque podemos. Disfrutamos la abundancia de tener lo que muchos no tienen. Aprendemos y nos divertimos, trabajamos y cumplimos con la vida en familia. Son viajes de placer, de gusto, que siempre nos regresan adonde partimos.

Pero hay otras razones. Hay los que buscan algo mejor en otra parte, un pote de oro al final de un arcoíris o simplemente una sonrisa... Hay los que buscan amigos o familiares perdidos, quizá una solución a su carrera o una razón de ser.

Muchas veces viajamos porque queremos expandir nuestra percepción al mirar la vida desde otro punto de vista. Queremos probar lo que en nuestros lugares de residencia no podemos, queremos ver colores y oír sonidos que allá no aparecen. Queremos ser extranjeros, aunque sea por un rato... Porque al ser extranjero, podemos replantear lo que aprendimos, osar ir en contra las orientaciones que recibimos y en eso hay la esperanza de que al regresar, volveremos distintos, cambiados.

Pero hay viajes y viajeros. Algunos viajes transforman, pero no lo hacen los viajeros. Algunos viajes serán de rutina pero los viajeros volverán cambiados.

Porque quien hace el viaje eres tú. Tú eres el viajero. Tú eres el viaje.


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